lunes, 20 de julio de 2020

JAIME SAENZ: VIDA, MUERTE Y MITO


La Paz, Septiembre 2018

Buenas tardes a todos. En primer orden está un agradecimiento al grupo Nexos Bolivia por la iniciativa. En segundo orden una disculpa por mi ausencia. Para este evento me permití redactar algunos puntos respecto a la vida del autor, al mito construido por todos y propiciado por él mismo, y a su muerte y las circunstancias que la rodearon, y que finalmente los reunió a todos ustedes en ese lugar. De alguna manera, conocer profundamente a la persona aniquila al autor, aleja al lector de la raíz de su obra, pero ayuda también a colocar sus ideas y conceptos en su justo lugar, ajenos a misticismos innecesarios y autofagos que al final alejan a la obra del lector. Aclaro que nada de esta investigación fue mía; me limité a reunir información de diferentes lugares, personas, medios escritos y audiovisuales, y a darles una forma que permita acercarnos a la persona asombrosa y creativa que fue don Jaime. No los demoro más.


VIDA
Jaime Sáenz Guzmán, nació un 8 de octubre de 1921 en la ciudad de La Paz. Acorde a datos de Sergio Suárez Figueroa, su abuelo fue el coronel Andrés Guzmán de Achá, héroe de la batalla de Alto de la Alianza en Chile, y que fue acusado de haber asesinado al ex presidente de la república General don Hilarión Daza, cargos de los que fuera absuelto por la Corte Suprema de Justicia.
Es un hecho conocido que Jaime Sáenz vivió una temporada en Alemania, consecuencia de un intercambio de estudiantes promovido por el ministro de las juventudes Baldur Von Schirach, ahora preso en Spandau como criminal de guerra nazi. Formó parte de las juventudes nazis y tuvo su formación de bachiller en el país germano.
El año 1944 se casa con Érika Kessberg, nacida en Alemania, relación que encontrara su fin al recibir don Jaime de regalo un cachorro de tigre. En su semblanza “Artista”, Suárez evoca los cruces entre la esposa y el poeta respecto al animal, por el cual don Jaime sentía fascinación y desafío, cruces que encontraron fin cuando el año 1947 nació Yourlaine, hija del matrimonio, y que devino en el retorno de Érika a Alemania. En “Breviario”, Álvaro Diez Astete cuenta como presa de la depresión, Jaime Sáenz intentó suicidarse cortándose las venas, siendo auxiliado únicamente por la tía Esther y por Silvia Mercedes Ávila, quien entonces contaba apenas diez años. En los años ochenta, siendo adulta, Yourlaine mantuvo intercambio postal con su padre hasta el fallecimiento de este en 1986. Hoy en día, Enrico Saenz, nieto de don Jaime, radica en Alemania y se dedica a la composición de piezas sinfónicas inspiradas en la obra de su abuelo.
Edgar Ávila Echazú, en su semblanza “Lugar” describe los diferentes cuartos en los que don Jaime instaló los Talleres Krupp, en los que se dedicaba a la labor de relojería y en los que escribía. Lo hace con la precisión y detalle empleados por el mismo Saenz en Felipe Delgado para describir el dormitorio de su personaje. Entre la casa del Bosque de Bolognia, Achumani, Miraflores y el callejón de la Muñoz Reyes, Edgar Ávila recuerda los mapas de la ciudad, el pizarrón donde don Jaime anotaba las preocupaciones del diario vivir, sobres misteriosos guardados en celosos cajones, una mesa para escribir a máquina y otra más pequeña con una máquina portátil, álbumes, un tocadiscos, un gramófono. Entre los muebles recuerda un escritorio viejo siempre lleno de papeles, archivadores y hojas, una mesita redonda donde jugar cacho y recibir a las visitas, cuatro sillas, una mesita de luz, unos anaqueles y el reloj de péndulo flanqueado por pastores. Entre las fotografías que colgaban de la pared, menciona los retratos del mismo Saenz, Bach, Branz, Strauss, Músorgski y Ravel, fotos de Franz Tamayo, Gustav Jung y Hitler. Fue justamente en el callejón de la calle Muñoz Reyes, ese hogar con una reminiscencia a las casas alemanas de los años treinta, donde don Jaime trabajó en “El Escalpelo”, “Muerte por el tacto”, “Aniversario de una visión” y “Visitante profundo”.
Parte del anecdotario que conformaba el relacionarse con Jaime Sáenz, era el acercamiento que este tenía con los muertos. Rolando Costa Arduz relataba en “Proximidad” como don Jaime lo acompañaba a las autopsias y levantamiento de cadáveres, con una complicidad silenciosa a la vez que ceremonial. Tal el caso, del levantamiento de un jardinero que al no poder conciliar la vida con un crimen cometido en el sopor del alcohol decidió ahorcarse, quedando colgado de una viga por una soga. Al terminar la inspección, el doctor Costa relató que al decirle a Jaime que el acto forense había terminado, este replicó en voz grave y profunda “Entonces sanseacabó”, frase que al concluir rompió la soga del ahorcado, haciendo que el cadáver caiga sobre un oficial policial que huyó despavorido. Oscar Soria contó en “Historias” cómo un día apareció en su casa con un pie humano, con el que previamente había alarmado a otras amistades que lo recibieron en visita. Fue la señora esposa de Oscar quien lo disuadió de seguir su paseo con el pie, advirtiéndole de la cadaverina, sustancia contenida en los cuerpos muertos y que podía matar a un adulto al entrar en simple contacto con su sangre.
MITO
El mito de Jaime Sáenz se encuentra compuesto por tres elementos principales: el alcohol, la noche y la muerte. Éstos fueron construidos y moldeados en el imaginario colectivo como ingredientes de un autor maldito en la historia de La Paz, y en ese ámbito de secretismo y fatalidad, ejercieron y ejercen una magnética atracción en todos los que se acercan por primera vez a don Jaime. El referido mito, que puede ser hasta inocente pues fue propiciado muchas veces por el mismo autor, cubre con niebla el verdadero fondo de su obra, las verdades a las que aspiraba don Jaime, y pasan de material de construcción a ser simples banderas más cercanas a la postura o el personaje.
Alcohol: Alfonso Barrero resaltó que la bebida no influía en el proceso de escritura de don Jaime. Se dedicaba por completo a escribir, o por completo a beber, pero nunca en el sentido romántico del autor que debe embriagarse para componer. Sus épocas más fructíferas estaban marcadas por una sobriedad decidida y rubicunda, que le costó muchos dolores también. “O bebo o escribo”, le dijo entonces a Álvaro Diez. Así, el alcohol no es un medio para lograr la embriaguez, sino para tocar una lucidez exacerbada, un momento de desinhibición en el que se entiende el mundo. Y del que también se debe retornar, como dice el libro “La Noche”, que no es un destino, es un atisbo de genialidad ritual.
La Noche: Se planteó como el escenario de su obra, pero Mónica Velásquez nos indica que debe entenderse como un concepto, como la otra noche, a la que se accede por el amor, por el alcohol, por la vivencia. Para Edgar Ávila, la fascinación de don Jaime con la noche viene del profundo conocimiento que tenía sobre lo que en Bolivia representa lo extraordinario y singular, el enigma, espacio en el que el autor se sentía a gusto. Evocaba las caminatas nocturnas bajo la lluvia de La Paz, en las que Jaime podía citar a los personajes y espacios que conformaban ese misterio: aparapitas, borrachos, layqas, y otros.
Muerte: Mónica Velásquez hizo una necesaria distinción en el abordaje de la muerte hecha por don Jaime. Hace un paso entre la muerte a los muertos, y de ahí al yo muerto. Cuestiona el concepto de muerte, en la obligación de aprender a vivir para merecer morir, una muerte propia. Este es un camino que no trata la muerte literal, sino un aprendizaje para entender la muerte. El mismo don Jaime la maneja como una idea abstracta, como lo hace en “La Noche”, en la que la voz del poema entiende que está muriendo a través del olor de su cuerpo en descomposición, y afronta a la muerte con la que todos tratamos.
MUERTE
Jaime Sáenz murió el 16 de agosto de 1986, aquejado por los males que en vida medraron en su salud y que a la larga lo llevaron al hospital durante ese fatídico año. Del diario de Carlos Rivera, médico y amigo de don Jaime, se rescatan los días previos a su desenlace, en los que se cuenta como don Jaime se encontraba inconsciente, auxiliado en los dolores de la ansiedad por algunos sorbos de alcohol que le eran suministrados. Padecía una broncopulmonía lateral,
Blanca Wietüchter, en “Cuerpo”, cuenta que meses antes de su deceso había sido diagnosticado con más de siete enfermedades. Se encontraba en estado comatoso, tiempo durante el cual fue diagnosticado, y permaneció interno en el Hospital Broncopulmonar hasta que recuperó la conciencia, momento en el que abandonó el hospital presuroso y alarmado, despotricando contra la junta médica que lo había evaluado.
Ese día lloviznaba en el Cementerio General. Álvaro Diez Astete contaba que no se tenían cuerdas para descender el ataúd, por lo que junto a Nestro Agramont tuvieron que meterse a la fosa y recibir el cofre con las manos.
Al momento de su entierro, juran los asistentes que entre la tierra apaleada para cubrir el ataúd, saltó un reloj, sino fatídico que marcara la afición del difunto y que hacía una aparición final en esas sus horas últimas.
Del texto “Jaime” escrito por doña Esther Guzmán Vda. de Ufenast, rescatamos las últimas palabras que le diera el autor a su tía: “En sus últimos días me dijo: Qué te dejo... dinero, sabes que no hay dinero. Mi obra nomás se queda contigo."

(leído por el autor en octubre de 2018, Cementerio General, La Paz - Bolivia)