jueves, 18 de marzo de 2021

LAS PALABRAS

 Extractos en prosa luego de ver la película "The Words" hace varios años. 


LAS PALABRAS

 


31-05-16

 

El autor

 

El Autor agradeció a su esposa y a su editor al mismo tiempo, dándoles a ambos la misma importancia. Resaltó la urgencia de recrudecer la disciplina escolar. Le dio la espalda al decano del jurado y al cierre de su discurso levantó la mano derecha con la palma y el brazo extendidos de manera perpendicular a su cuerpo, pero a nadie, ni siquiera a su esposa le molestó nada de eso. Él había escrito “La Cátedra Oculta” y pasó de ser un analista financiero como cualquier otro a ser un escritor admirado y ovacionado a nivel social, profesional, familiar y personal. Este era su momento glorioso y esta alegría nadie se la podría quitar, al menos por ahora. Al menos hoy.

 

El anciano

 

Trece años en el colegio hasta tener el título de bachiller.

Servicio en la guerra por un año.

Cinco años de corresponsal extranjero.

Cinco años trabajando en el puerto como estibador de Rising Exports Inc.

Dos años en casa luego de la guerra, trabajando sin pensar.

Dos años enamorado de una chica parisina sin tener la oportunidad de verla.

Casado tres años con una chica parisina dos años más joven.

Un año de padre.

Dos años sin su esposa.

Veinte años de periodismo.

Treinta años de jardinería.

Cincuenta años sin saber qué hacer.

 

24-06-16

 


La canción de Rony y Dora

 

Ambos de querían, no se conocieron jóvenes. Él paseó a su hijo en su día de visita cuando la vio. Ella quería suicidarse luego de terminar un noviazgo de nueve años. Se querían porque ambos eran piezas rotas.

Él amaba las pequeñas luchas diarias, la comida barata, el sexo en el último piso de su casa con el techo alto, mientras la ventana era un manojo vibrante de granos de arena luminosos en fondo negro.

Ella amaba los intentos diarios por tener éxito a los que llevaba siempre su amado, y su actitud infantil, sus pómulos serios. Lo amaba a él.

 

29-06-16

 

La estación del tren   

 

Él corrió empujando a la gente y sus maletas pensando en secreto que podría haber gente con pensamientos y maletas individuales ese día, que podrían armar sus historias y vidas a pesar de todo el amor que estaba en juego, que estuvo en juego esa tarde. Y saltó los grandes carritos de carga, chocó contra hombres grandes de abrigos de piel y camisa fuera y rompió la cortina de humo del último tren.

En un espacio vacío de la multitud, rodeada de gente comprando boletos o subiendo al tren, ella lo vio llegar con ambas manos agarrando su bolso en su regazo y la sonrisa que no dice nada para no romper el encanto de encontrarse. 

 

La lectura

 

Noches blancas, por mi capítulo uno. Ese día lo recordaría siempre por la austeridad y seriedad de la tormenta que la despertó; era imposible dormir o fingir dormir mientras el mundo se ahogaba, además le pareció sentir la ansiedad de la histeria colectiva cuando pasa un  desastre.

Pero ese día el desastre del mundo había llegado en la forma de una anciana, una mujer de bastón, pañoleta y abrigo que le dijo, sin más rodeos, que el esposo que la amaba, que su naciente hogar, su felicidad en resumen, acabarían pronto por obra de una brujería mal lograda en su juventud. Tocaron la puerta, cuando la fue a abrir era la mujer esperada.

 

03-07-16

 

La escritura del libro

 

Lo había perdido todo en el camino de un hospital a otro. No se despidió de su esposa al partir y cuando llegó su hija ya había fallecido.

El entierro de ambas llenó la funeraria por dos días. El cielo era de una tonalidad morada suave, sin puesta de sol.

Rechazó toda invitación de compañía y se fue solo a casa donde él, la cuna y la cartera que le regaló la semana pasada se hicieron compañía. Con pasos lentos sacó su agenda vieja de un cajón del ruidoso escritorio de madera, arrancó de la raíz las hojas donde hizo algunos vagos intentos por organizar su vida y empezó a escribir sin parar, sin saber el origen de las palabras pero sabiendo que eran las correctas. Sin revisiones.

No comía, casi no dormía, llenaba los ceniceros casi sin pensarlo.

Pero antes siquiera de empezar a escribir su historia anotó el título “Noches blancas”.

 


Canción de Clay y Daniela

 

Su nombre completo era Daniela María Alba Albor, pero eso lo averigüé al final de nuestra vida juntos, cuatro horas después de haberla empezado.

Ella trajo niebla, nubes y felicidad, pero todas transitorias. Cuando vio mi jardín improvisado en el balcón del piso treinta, recuerdo que se puso a escuchar a las plantas, pasando su cabello rubio encima de su oreja y acercando el oído a las flores. Con la mueca del que repite lo obvio le dije que las plantas no emiten sonidos, me miró con esos ojos a medio camino entre inocentes y seductores y me dijo “si abres primero tu mente, puedes oírlas cantar. ¿Escuchas?”.

La gota de sangre que resbaló de mi herida a mis ojos me obligó a cerrarlos. “¿Escuchas?”. Nunca me dijo su nombre completo para guardar celosa un último secreto. “¿Escuchas?”. El policía leyó en voz alta su cédula de identidad antes de cerrar la bolsa de cadáveres y leer mi cédula también. “¿Escuchas?”. Mi nombre es Claudio Salas, el único sobreviviente.

 

Primer amor

 

El humo era sonido y la chimenea del tren lo botaba con tanta fuerza que pronto la estación se llenó de ruido, gente despidiéndose y maletas como montañas. El hombre joven corrió entre todas ellas, sintió el golpe de hombro que le dio a una caja de madera y los puños y manos que querían herirlo pese a su velocidad. Los rostros eran borrosos a su velocidad, nunca había corrido así, nunca había querido a alguien así.

Llegó hasta los cuerpos de las cientos de personas que despedían a sus soldados, nadie pensó siquiera en dejarlo pasar. Al otro lado la chica rubia lo esperaba parada a lado de la puerta, agarrando fuertemente su cartera con ambas manos frente a su regazo, arrugando su vestido estampado.

 

04-07-16

 


La tienda de libros   

 

El viejo estaba a gusto y feliz, reunía libros de diferentes géneros, a veces compraba uno solo, o diez, o un lote de cien libros populares que le permitieran comprar asado con huevo y cigarrillos cada noche.

Pasaba el día en el banco que estaba a lado de la puerta, se tomaba un té y pensaba en el tiempo que le tomaría al chico del frente volver a armar su castillo de naipes y subir a la tienda de calles arriba por la leche que le pedía su mamá. Los perros iban a sentarse cerca de él esperando las galletas que seguramente llevaba en el bolsillo.

No tenía idea de los libros de vendía, sólo sabía que si compraba la lista de libros que le daba el chico de lentes, ese que vivía saliendo del mercado, el que se casó una vez con una chica rubia, le iría bien en sus finanzas mínimas.

 

06-07-16

 

Un hombre joven en París   

 

Llegó escapando de la guerra, del gobierno militar. Llevaba el recuerdo de su madre en una foto de su billetera.

En el bus podía oír sólo a los autos que pasaban más rápido que su bus, el murmullo incomprensible de sílabas limpias y guturales erres lo enloquecía. La vio sentada de lado en un asiento unipersonal, universal al otro lado del bus. No podía ser ella pero el parecido era increíble, pelo negro enrulado, piel blanca llena de pecas, bajita, ojos grandes y asustados, al menos debía ser una familiar, ¡Dios! Hasta olía a cigarro.

Cuando la niña bajó del bus la siguió en la calle vacía y soleada de ese barrio residencial en París, por un segundo, el segundo que las mujeres toman para ver de reojo a los chicos, ella lo miró preocupada por los pasos de un desconocido, pero el chico con ropa americana que la seguía se quedó a medio camino con sus maletas tras de sí, mirándola triste y evidentemente perdido.