“… y lo compartió conmigo, como un gavilán que
compartiera algo con un hombre. Pero los gavilanes no comparten nada.”
Capítulo 18 – Paris era una Fiesta
Para este post les traigo una reseña de los relatos
autobiográficos de un grande de la literatura norteamericana, a fin de darles
una idea sobre de qué va el libro que todos vieron en “Ciudad de Ángeles” con
Nicholas Cage y Meg Ryan, y de paso se sientan algo más inclinados a explorar
la propuesta literaria de uno de los autores que definió la ficción en el siglo
XX. Al ser autoreferente, el libro de Hemingway expone su percepción sobre
diferentes hechos históricos, personales o de otros autores o personajes del París
de la época, por lo que la reseña pretende ser lo más libre de spoilers que la
historia universal permita.
Prefiero la portada de cualquier edición en inglés. |
SUMA
Memorias de Ernest Hemingway en sus
primeros años en París, junto a su primera esposa, Hadley Richardson, y el hijo
de ambos, Bumby. Hemingeway describe sus encuentros con diferentes
personalidades del ambiente literario y cultural de la época, sus impresiones
de ellos y cómo todos los aspectos de su vida se reflejaban en su escritura,
mientras el París de los años veinte moldeaba su estilo de vida y el de su
familia, procurando encontrar un equilibrio entre la necesidad de escribir y el
rol de esposo primerizo. La historia tantas veces difundida nos cuenta sobre cómo
Hemingway, ya casi al final de su vida, encontró los escritos que dejara en una
bóveda en París cuando aún estaba casado con Hayley, y procedió a revisarlos y
preparar su publicación, una labor que fue terminada de manera póstuma por Mary
Welsh, su cuarta esposa. Pero ello no quita en nada valor al libro, en el que
Hemingway lleva al lector por el París de sus años de juventud, lo hace
partícipe de sus aficiones y de sus preocupaciones ante la falta de dinero o la
manera en que junto a Hayley se las arreglaban para llegar hasta el siguiente
cheque, fruto de los primeros cuentos publicados por Hemingway.
Relata también sus relaciones con gente que lo
moldearía, o al menos promovería, como un gran escritor, como la señora Stein, el
amigo fiel y constante que fue Ezra Pound, el oportuno Joyce o el torbellino de
emociones y locura que fue conocer a los Fitzgerald, Scott y Zelda, porque describe
con literario buen gusto sus encuentros con ellos. Pero por encima de la
narración del encuentro, tenemos la valoración del mismo Hemingway sobre sus amistades,
su crítica sobre ellos o su alabanza a las virtudes que los vuelven luego un referente
indispensable en su vida. Es decir, a la par de juzgarlos se juzga también a sí
mismo.
Estos relatos pueden ser considerados un primer
reflejo de las relaciones personales de Hemingway, la cercanía que tenían con
su primera esposa y el emprendimiento que es criar un hijo en París siendo
escritor. Punto a favor de Hemingway es que trata todos los temas con el mismo
estilo terriblemente honesto con el autor, algo que se refleja a lo largo del
libro, pero especialmente la llegada de Pauline Pffeifer, capítulo en el que
Hemingway se cuestiona la tristeza que implica el fin de la felicidad junto a las
posibilidades de encontrarla nuevamente, y el precio que ello implica.
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Mr. Bad guy himself. |
POR QUÉ
LEERLO
El retrato de la vida en Paris que hace Hemingway
lleva toda la firma del estilo que encontraremos en sus otros libros,
trasladando al lector a la vida en los boulevares y las rues de la Francia de
1920, la rutina diaria (gastronómica y etílica), los usos y costumbres y hasta
la vida en pareja junto a Hayley. Inclusive podrán ir con Hemingway a paisajes
menos urbanos, a la vida de otros parisienses e inclusive viajes inesperados
(no diremos de la mano de qué autor porque ello es parte de su construcción
desde la perspectiva de Ernest).
Como la mayoría de los buenos libros autobiográficos,
los interesados en la escritura literaria encontrarán en “París era una fiesta”
un reflejo de varias de sus inquietudes técnicas, y la manera en que Hemingway
supo lidiar con ella. Y de paso, como un gran aporte del autor a la vida
literaria, los consejos de redacción y trabajo del mismo Ernest que quedan
desperdigados a lo largo de la obra, que el aspirante sabrá reconocer y
capturar para aplicarlos a su propia experiencia de autor. Sólo por este
aspecto, este se vuelve un libro recomendable para cualquier interesado en
sufrir con las letras.
Y el punto definitivo, guardado adrede para el final,
es que es un gran libro. Sucumbe, como toda autobiografía, a ser una visión
subjetiva de los hechos que le sucedieron al autor, pero ese es su objetivo, y
en su narración refleja el estilo, ritmo y encadenamiento humano de los hechos
que hizo grande al autor de “El viejo y el mar” y “Adiós a las armas”. Es un
buen libro de los que se dejan leer, y una vez que les das la mano se agarran
de tu muñeca y hacen que lo termines con esa sensación de que el autor no se
guardó nada, o al menos nada que no le doliera contarte.
A
RESALTAR
El encuentro de Hemingway con perfiles de la talla de Gertrude
Stein, James Joyce, Ezra Pound o Scott Fitzgerald y su esposa Zelda, e
inclusive Aleister Crowley, y las ácidas píldoras que reparte sin discreción a
quien lo merezca. Sumen a eso la descripción de sus desayunos, almuerzos y cenas,
bañados todos en los diferentes vinos, wiskis y champagnes que consume, y
tienen el acompañamiento adecuado para una visión a lo Hemingway a la vida de
Hemingway.
FICHA TECNICA
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¿Vieron? Mucho mejor. |
A Moveable Feast
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